Lección 5 La Tierra y el Pueblo de Israel
Hemos estudiado brevemente la historia de la nación de Israel, mostrando que era el reino de Dios hasta su derrocamiento en el siglo VI antes de J.C. De ahí en adelante la tierra y el pueblo quedaron sujetos al "reino de los hombres" (denominado así en el libro de Daniel) y, como hemos visto, el reino de Dios "no sería más hasta que venga aquel cuyo es el derecho"--una promesa que no se cumplirá hasta que regrese Cristo a restaurar el reino y a sentarse en el trono de David.
Nuestro propósito en particular ahora es ver la fuerza de la profecía bíblica en relación con el derrocamiento de Israel y también con la restauración del pueblo y la tierra. Esto, por supuesto, significará el establecimiento del reino de Dios.
En nuestra sección anterior citamos una profecía de Levítico, capítulo 26, que hablaba claramente de la dispersión de Israel fuera de su tierra. Ahora bien, en el mismo capítulo Dios prometió que la nación ha de ser restaurada. El pueblo disperso no había de quedar perdido o ser olvidado. De modo que leemos en los versículos 44 y 45 del capítulo:
"Y aun con todo esto, estando ellos en tierra de sus enemigos, yo no los desecharé, ni los abominaré para consumirlos, invalidando mi pacto con ellos [...]; antes me acordaré de ellos por el pacto antiguo".
Esta es una profecía acerca de la preservación de la raza. Nosotros sabemos con cuanta certeza se ha cumplido. Avanzamos muchos siglos, y ahora Dios habla por medio del profeta Amós acerca del derrocamiento del reino nortino de Israel:
"He aquí los ojos de Yahvéh el Señor están contra el reino pecador, y yo lo asolaré de la faz de la tierra; mas no destruiré del todo la casa de Jacob, dice Yahvéh" (Amós 9:8).
Una vez más vemos que se pondría fin al reino, pero que la raza de Israel sería preservada. Luego llegamos a un siglo después, cuando el reino sureño de Judá es derrocado por los babilonios. Por medio del profeta Jeremías, Dios dijo:
"Porque he aquí que vienen días, dice Yahvéh, en que haré volver a los cautivos de mi pueblo Israel y Judá, ha dicho Yahvéh, y los traeré a la tierra que di a sus padres, y la disfrutarán" (Jeremías 30:3).
"Yo soy el que te salvó de lejos a ti y a tu descendencia de la tierra de cautividad; y Jacob volverá, descansará y vivirá tranquilo, y no habrá quien le espante. Porque yo estoy contigo para salvarte, dice Yahvéh, y destruiré a todas las naciones entre las cuales te esparcí; pero a ti no te destruiré, sino que te castigaré con justicia; de ninguna manera te dejaré sin castigo" (Jeremías 30:10-11).
Estos pasajes hablan claramente acerca de la dispersión de Israel y de la restauración final a su tierra. Es bastante evidente que se da a entender algo más que el regreso de algunos de los judíos desde Babilonia debido al decreto de los reyes persas (el regreso de los cuales se habla en los libros de Esdras y Nehemías). No podemos eludir la fuerza de estas profecías--sólo unas pocas de muchísimas. (Para otras, véase Jeremías 33:25, 26; Ezequiel 36:24-35; y el capítulo 37). Estos pasajes nos enseñan que Dios puso término a su reino; pero por motivo de los convenios a la raza de Israel en existencia--hasta el tiempo de su completa restauración, cuando al fin de "los tiempos de los gentiles", Cristo estará de nuevo en la tierra, sentado en el trono de David, en la tierra de Israel, reinando sobre el pueblo de Israel.
Tal vez usted piense que estamos destacando demasiado este tema. Sí, así es; porque es muy importante. Todo pertenece al evangelio del reino de Dios, como parte necesaria de él. No puede haber un reino sin un territorio y un pueblo--y hemos mostrado cuáles son estos. Pero ahora nuestro propósito es ver qué significa los "tiempos de los gentiles". Aunque la frase procede de los labios de Jesús, el tema está en el libro de Daniel. Recuerde que Daniel vivía cuando Babilonia conquistó y sometió a Judá. Por su intermedio se dio una profecía que nos habla de la extensión de tiempo durante el cual la nación de Israel ha de estar subyugada por potencias gentiles.
Si usted lee el capítulo 2 de Daniel, verá que el rey de Babilonia tuvo un sueño acerca de una gran imagen. Su cabeza era de oro; pecho y brazos de plata, vientre y muslos de bronce, piernas de hierro, pies de hierro y barro cocido. ¿Qué significaba? Una sucesión de potencias gentiles (usando la palabra gentil con el significado de no-judío), los cuales, por decreto divino, serían poseedores de la tierra de Israel hasta el tiempo en que volvería a la posesión divina. También hablaba de cuatro 'imperios mundiales', una frase que los historiadores reconocen que se aplica a Babilonia, Persia, Grecia, y Roma--y a ninguna otra nación posterior.
¿Cuáles son los hechos? Babilonia fue derrocada por los persas en el año 538 antes de J. C.; los persas fueron derrocados por los griegos dos siglos después. Entonces Roma con el tiempo expandió sus dominios sobre gran parte de Europa, África del Norte, y Asia Occidental, convirtiéndose en un reino de 'hierro'--más fuerte que cualquier otra nación que haya existido antes o después. En los días de Jesús Roma tenía el control de Siria y Judea. Los judíos eran súbditos de César. ¿Cuánto tiempo más había de durar esta sujeción? Jesús nos dice algo de esto, y su profecía es complementaria de la de Daniel. En el capítulo 21 del evangelio según Lucas, Jesús está hablando a sus discípulos. Ellos dirigen la atención de Jesús hacia el templo de Jerusalén--un edificio maravilloso. Sí, pero vendrían días cuando "no quedará piedra sobre piedra, que no sea destruida" (v. 6). ¿Por qué ocurrió esto? Porque había otro aspecto de la dispersión de los judíos que debía cumplirse. El reino, como hemos visto, había terminado hacía mucho tiempo; pero el pueblo no estaba totalmente esparcido. Esto había de ocurrir, no por alguna razón caprichosa sino debido a su negativa por reconocer a Jesús como su Mesías--no sólo el rey establecido por Dios, sino también el Salvador del pecado. (Este rechazo había sido predicho mucho tiempo antes, según vemos en el capítulo 53 de Isaías). Ahora la dispersión estaba a punto de producirse, y es del consiguiente castigo de una nación inicua que habla Jesús. Pronto, dice él, el templo había de ser destruido; después Jerusalén sería "rodeada de ejércitos" y asolada (v. 20). Después de esto, los judíos caerían "a filo de espada" y serían "llevados cautivos a todas las naciones" (v. 24).
La profecía se cumplió pronto. En el año 70 de nuestra era, los romanos sitiaron a Jerusalén, destruyeron el templo y lo quemaron; y en el transcurso de los siguientes 60 años los judíos fueron casi totalmente dispersados de su tierra, uniéndose a los muchos que ya estaban en países extranjeros. De este modo, se produjo el cumplimiento final de las profecías del capítulo 26 de Levítico y del capítulo 28 de Deuteronomio, y (en las palabras del profeta Oseas), Israel "andarán errantes entre las naciones" (9:17).
Ahora bien sólo hemos citado la mitad del versículo 24 de Lucas, capítulo 21. La segunda parte dice: "Y Jerusalén será hollada por los gentiles, hasta que los tiempos de los gentiles se cumplan". De modo que Jesús profetizó un límite a este sufrimiento, y confirmó lo que ya había sido profetizado por medio de Daniel. En este libro vimos que Roma había de entrar en escena y así Judea llegó a ser una provincia del cuarto imperio mundial (de hierro). Esta sujeción había de durar todo el tiempo simbolizado por las piernas de hierro de la imagen y los pies de hierro y barro cocido. El hierro representaba a Roma; pero como todos sabemos, el imperio romano llegó a su fin. Después de la decadencia y caída de Roma, Europa quedó finalmente dividida en muchas partes--naciones grandes y pequeñas; en tanto que la nación de Israel llegó a ser la posesión de variados pueblos--persas, sarracenos, turcos. Por los pies de hierro y barro cocido se simbolizan diversos pueblos--mezclas de fuerza y debilidad, ninguno de ellos pudo asumir el manto de Roma de un 'imperio universal'.
Así que miramos hacia atrás y vemos (desde la caída del Imperio Romano Occidental en el año 476 de nuestra era) unos quince siglos de historia, durante el cual el pueblo de Israel es esparcido por todas las partes del mundo, mientras su tierra queda bajo el control de extranjeros. Tal ha sido el propósito de Dios para con ellos. Quizás deberíamos decir que gran parte de esta historia ha sido predicha en el libro de Apocalipsis. Pero por ahora esto está más allá de nuestro propósito. Lo que hemos procurado mostrar es que:
El reino de Dios fue derrocado por la invasión Babilonia unos 600 años antes de J.C.
Los judíos llegaron a ser un pueblo sometido desde entonces en adelante, y fueron considerablemente esparcidos por el mundo;
Los romanos completaron la dispersión en el primer siglo de nuestra era.
Desde entonces la tierra de Israel ha estado sin su pueblo, y el pueblo de Israel sin su tierra.
Todo esto es un cumplimiento de la profecía.
La dispersión ha de durar hasta que Dios decrete el fin de los "tiempos de los gentiles";
Cuando llegue este fin--entonces Cristo habrá regresado a gobernar una nación restaurada en la tierra prometida, sobre el trono de David.
Ahora bien, en conclusión, ¿qué ha ocurrido en tiempos recientes para que nos demos cuenta de que los tiempos de los gentiles están terminando? Es el regreso de los judíos a Israel.
Un siglo atrás, empezó el movimiento para el regreso de los judíos. Poco podían ellos hacer. Los turcos estaban firmemente establecidos en Palestina. A fines del siglo 19 se formó la organización sionista con la esperanza del restablecimiento de un estado judío en Palestina. En 1917/18 los turcos fueron expulsados y más tarde Gran Bretaña se le dio el Mandato sobre Palestina, los cuales anunciaron la intención de hacer todo lo posible para establecer en esa tierra "un hogar nacional para el pueblo judío"; los judíos empezaron a regresar--aunque en medio de dificultad y oposición. No podemos tratar en detalle de los accidentados años desde 1918 hasta 1948; pero en 1948 Gran Bretaña se le dio el Mandato y después de la guerra árabe-judía, se estableció el Estado Independiente de Israel--el cual aún existe.
¿Qué significa? ¿Es el reino de Dios? No. Pero es una señal de que los tiempos de los gentiles están terminando. Significa que pronto Cristo estará de nuevo en la tierra--porque él ha de ser el gobernante de Israel. Hay muchas otras 'señales de los tiempos' que nos garantizan que estamos en el período en que veremos el regreso de Cristo a la tierra. Podemos tratar de ellas más adelante. Pero aprendamos la lección que la historia nos ha enseñado--que las promesas de Dios son seguras. Él ha hecho lo que dijo que haría con su tierra y su pueblo.
En conclusión, citemos dos pasajes de importancia. Primero, leemos en Daniel 2:44 acerca de lo que será el fin del reino de los hombres:
"Y en los días de estos reyes el Dios del cielo levantará un reino que no será jamás destruido".
Esto significa el establecimiento del reino de Dios al final del tiempo de los gentiles. Segundo, cuando nació Jesús, el ángel habló a María, su madre, acerca de su hijo:
"Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin" (Lucas 1:32, 33).
Este es uno de los pasajes más vitales de la Escritura. Significa exactamente lo que dice; y no se nos deja con la menor duda de que Jesucristo debe regresar a la tierra para cumplir la profecía. Lo hemos dejado para el final a fin de dar al pasaje la mayor fuerza posible.
lección 6 el tiempo del fin volver al evangelio