Lección 4 El Desarrollo de Las Promesas
Como ya hemos mencionado, el Antiguo Testamento es en gran medida la historia de la nación judía. La razón es que el propósito de Dios había de ser desarrollado por medio de ellos. Hemos visto cuáles fueron las promesas que Dios hizo a los padres de la nación, y cómo estas promesas se han de cumplir en la obra de Cristo en los días venideros. El propósito de Dios es a largo plazo; ahora sabemos que se necesitaron unos dos mil años desde el tiempo en que se hicieron las promesas, hasta la primera venida de Jesús que las confirmó. Luego, hasta el presente, han transcurrido unos 20 siglos y aún esperamos que la venida de Jesús cumpla las promesas. En estos dos períodos (más o menos iguales) se muestra la historia del pueblo judío en dos fases diferentes. En esta sección de nuestro tema queremos examinar la historia de Israel (o, los judíos; nosotros no hacemos distinción y quizás deberíamos decir que no simpatizamos con la creencia del 'Israel británico'). Casi no es necesario que recalquemos la importancia de esta historia porque, como decimos, el propósito de Dios ha estado desarrollándose por medio de Israel; además, hasta que los apóstoles predicaron el evangelio a los gentiles, la esperanza de la vida eterna estaba confinada a la raza judía (véase Romanos 3:1-2). Entonces Jacob y su familia bajaron a Egipto, y más de doscientos años después salieron de su servidumbre convertidos en una nación de unos dos millones de personas. Fueron conducidos por Moisés. En el Sinaí la nación recibió la ley que Dios preparó para ellos. Era mucho más que los diez mandamientos. La ley trataba de cada aspecto civil y social de la vida, y en la raíz estaba la adoración del único verdadero Dios. Se había de construir un tabernáculo en el cual la nación rendiría culto; y organizar un sacerdocio para enseñar a las naciones y ofrecer sus sacrificios por el pecado. Quizás estos estatutos en Éxodo, Levíticos, Números, y Deuteronomio, parezcan ser una lectura tediosa. No lo son, si deseamos conocer los detalles y el funcionamiento de la única ley divina que haya sido jamás ideada para una nación. Después de cuarenta años de deambular por el desierto, los israelitas llegaron a la tierra prometida. Les fue requerido que la conquistaran de los cananeos--un pueblo perverso e idólatra. Hicieron esto bajo la dirección de Josué, aunque sólo en parte; pero, a pesar de todo, encontramos a Israel ocupando la tierra de la cual Dios había hablado mucho tiempo antes en las promesas que se hicieron a Abraham, Isaac, y Jacob. El libro de Josué nos habla de la conquista. A continuación, el libro de los Jueces muestra el inseguro dominio que tenían los israelitas, y cómo a veces estuvieron bajo la dominación de otros pueblos (permitido por Dios debido a la conducta inicua de Israel). En el transcurso del tiempo, surgieron mejores condiciones y se designó un rey--Saúl. Pero fue un fracaso, y en su lugar se nombró rey a David.-un hombre de quien mucho se ha escrito, como se hallará en los libros de Samuel y en Reyes. Muchos de los salmos fueron escritos por él. Ahora hallamos que Dios hizo una promesa a David, la cual es un enlace entre el convenio hecho con Abraham (1000 años antes) y la aparición de Jesús (1000 años después). Es una promesa muy importante, que se halla en el segundo libro de Samuel, capítulo 7, versículos 12-16. A continuación citamos su parte principal: "Y cuando tus días sean cumplidos, y duermas con tus padres, yo levantaré después de ti a uno de tu linaje [...] y afirmaré su reino [...]. Yo afirmaré para siempre el trono de su reino [...]. Yo le seré a él padre, y él me será a mí hijo [...]. Y será afirmada tu casa y tu reino para siempre delante de tu rostro, y tu trono será estable eternamente". ¿Qué nos enseña esta promesa? Que después de la muerte de David (no se señala cuánto tiempo después) nacería un hijo de su linaje, cuyo Padre sería Dios, el cual se establecería en el trono de David sobre Israel para siempre. Además, David estaría allí (véase las palabras "delante de tu rostro" en el versículo 16), implicando de este modo su resurrección de los muertos. Ahora bien, no puede afirmarse que la promesa se cumplió en Salomón, quien sucedió a David. Las estipulaciones de la promesa son demasiado claras, aunque David mismo las aplicó en cierta medida a Salomón. Pero David sabía muy bien que las expectativas iban mucho más allá de Salomón--tal como dice él en el versículo 19 y también en diversos Salmos (45, 72, 89, etc.). Dejando la promesa por un momento, prosigamos con la historia de Israel. Después de David, Salomón gobernó la nación y estaba entonces en su más plena extensión territorial así como, quizás, en su etapa más feliz. Pero surgieron dificultades en los días de Roboam, el sucesor de Salomón; la nación se dividió. Quedó virtualmente dividida en norte y en sur;; diez tribus y dos tribus; la primera parte se conoció en general como Israel, y la segunda como Judá (aunque la tribu de Benjamín permaneció junto a Judá). Sin embargo, debemos notar que la genealogía de la simiente prometida a Abraham, y del rey prometido a David, permaneció con la tribu de Judá. Es en este tiempo que hallamos que se levantan profetas para exhortar a ambas partes de la nación a que tengan justicia y obediencia. Se les recordó de los castigos amenazados siglos antes, que Dios mencionó por medio de Moisés. Estos son importantes porque muestran que la tenencia que tenía la nación sobre la tierra de Israel estaba condicionada a la obediencia a la ley divina. Le pedimos que lea los capítulos 26 de Levítico y 28 de Deuteronomio, que son largos pero claros en lo que declaran. Sólo una cita de cada capítulo: "Asolaré también la tierra [...], y a vosotros os esparciré entre las naciones [...]; y vuestra tierra estará asolada, y desiertas vuestras ciudades" (Levítico 26:23-33). "Y Yahvéh te esparcirá por todos los pueblos, desde un extremo de la tierra hasta el otro extremo [...]. Y ni aun entre estas naciones descansarás, ni la planta de tu pie tendrá reposo" (Deuteronomio 28:23-33). Estas fueron las penalidades por la desobediencia--hablan de castigo drástico, de expulsión de su tierra, y una dispersión por todas las partes del mundo. Ahora bien, la historia tanto de Israel como de Judá desde los días de Roboam (el gobernador de las 10 tribus era Jeroboam), era una crónica de intermitente conducta inicua. De este modo, después de muchos siglos y muchas advertencias de los profetas, tuvieron que cumplirse las profecías acerca de un castigo nacional. En la última parte del siglo VIII antes de J.C. los asirios ocuparon el área norte de la tierra de Israel; un siglo después, los babilonios bajaron contra Judá y Jerusalén. Así terminó la independencia de la nación. De ahí en adelante fueron un pueblo cautivo; muchos judíos fueron transportados a tierras extranjeras, y ahora otras naciones controlaban la tierra prometida a los padres de Israel. Fue el comienzo de lo que Cristo llamó "los tiempos de los gentiles". Más adelante veremos lo que esto significa. Al tiempo de la caída de Judá, una profecía notable fue revelada por medio de Ezequiel. Se refería a que la nación sería derrocada por Babilonia (alrededor del año 604 antes de J.C.): "Y tú, profano e impío príncipe de Israel [es decir, el rey Sedequías], cuyo día ha llegado ya, el tiempo de la consumación de la maldad, así ha dicho Yahvéh el Señor: Depón la tiara, quita la corona; esto no será más así; sea exaltado lo bajo, y humillado lo alto. A ruina, a ruina, a ruina lo reduciré, y esto no será más, hasta que venga cuyo es el derecho, y yo se lo entregaré" (Ezequiel 21:25-27). Esto nos dice que (1) la independencia de la nación había cesado, (2) el rey fue depuesto de su trono, (3) el reino permanecería derrocado hasta el advenimiento de un gobernante nombrado divinamente. Quizás aquí deberíamos mencionar un punto vital: el reino de Israel era el reino de Dios. Así fue denominado en 1 Crónicas 29:33. Sus reyes se sentaban en "el trono de Yahvéh". De ahí que fue el reino de Dios el que llegó a su término; pero Ezequiel nos dice que ha de ser restaurado. Para concluir la historia de la nación, hubo una restauración parcial de los judíos debido al decreto del emperador persa, Ciro, en el año 538 antes de J. C. Quedaron como un pueblo súbdito de los persas, luego de los griegos, después de los romanos, los cuales tenían el control de Judea cuando nació Jesucristo. Al mismo tiempo había una cantidad muy grande de judíos dispersos en otras partes del mundo conocido. Qué ocurrió después--y qué tenía que ver el advenimiento de Jesús con la promesa que se hizo a David, y con la promesa de la restauración del reino--son temas que quedarán para nuestra siguiente lección. También hay más que decir referente a la dispersión y restauración de la nación judía. lección 5 promesas volver al evangelio |