Lección 3 Preciosas y Grandísimas Promesas
Después de narrar los acontecimientos referente a la caída del hombre y a la provisión de parte de Dios de los medios de salvación, el libro de Génesis consigna dos sucesos sumamente importantes. Primero, el diluvio; y segundo, la dispersión de la raza humana después de la confusión de lenguas. El diluvio fue un juicio que cayó sobre un mundo impío. El relato nos enseña como era la naturaleza humana y observamos que no ha cambiado. No podemos detenernos ahora para entrar en detalles; deben leerse los capítulos pertinentes en Génesis 6 al 9.
Sin embargo, el relato no puede descartarse como si fuera una leyenda o algo sin importancia; porque aunque ocurrió hace mucho tiempo, ha quedado como un testimonio de que así como Dios juzgó al mundo de aquel tiempo, así traerá otro juicio sobre un mundo impío-aunque ya no por medio de un diluvio (véase 2 Pedro, capítulo 3). Además, en el hecho de que unas pocas personas se salvaron del diluvio por estar en el arca, vemos la típica enseñanza acerca de la salvación que fue provista en Cristo para todos aquellos que escapen del juicio divino venidero.
La subsiguiente narración de la construcción de la torre de Babel y la confusión de lenguas (capítulos 10 y 11) nos muestra que la naturaleza humana no fue diferente después del diluvio, y que fue necesario que la divina presión causara una dispersión general del género humano por toda la tierra. Unos dos mil años quedan cubiertos por lo que se consigna en Génesis en los capítulos uno al once.
Al concluir esta sección de la Escritura, hallamos que la narrativa deja atrás la referencia al mundo impío y nos dice acerca de una genealogía en particular (de Noé), de manera que de repente hallamos que Abram es la figura central de los acontecimientos desde el capítulo 12 en adelante. Ahora bien, esto es muy importante, tanto (no se sorprenda por eso) que a menos que entendamos lo que nos dice la Biblia acerca de Abram, no entenderemos el evangelio y no sabremos cuál es la base del otorgamiento de la vida eterna de parte de Dios. Así que le pedimos su más cuidadosa atención y le instamos a suspender todo juicio sobre la materia hasta que se citen los pasajes opuestos del Nuevo Testamento.
Abram vivió en Ur de los caldeos con su familia. Ahí le fue comunicado un mensaje divino; había de salir de Ur para ir a una tierra que Dios le mostraría después. Él y su padre dejaron Ur y fueron a Harán; y desde ahí, cuando falleció su padre, Abram avanzó hacia la tierra de Canaán, que conocemos mejor como Palestina o, como se llama ahora, Israel.
Ahora bien, a Abram se le hicieron promesas al tiempo de ir a Canaán, y también posteriormente, las cuales dan a la narrativa su principal importancia. Debemos dejar que usted lea los detalles, comenzando con Génesis, capítulo 12. Estas son las promesas:
"Haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra" (Génesis 12:1-3).
Comentario: A Abram se le prometió un futuro bendito; y como resultado de eso, todo el mundo ha de hallar bendiciones de Dios.
"A tu descendencia daré esta tierra" (Génesis 12:7).
Comentario: Esa era la tierra de Canaán. Se menciona la frase "tu simiente", indicando el otorgamiento efectivo de la tierra de Canaán a los sucesores o descendientes de Abram.
"Alza ahora tus ojos, y mira desde el lugar donde estás hacia el norte y el sur, y al oriente y al occidente. Porque toda la tierra que ves, la daré a ti y a tu descendencia para siempre. Y haré tu descendencia como el polvo de la tierra; que si alguno puede contar el polvo de la tierra, también tu descendencia será contada. Levántate, vé por la tierra a lo largo de ella y a su ancho; porque a ti la daré" (Génesis 13:14-17).
Comentario: Es bastante evidente que se refiere al país literal de Canaán. Había de darse a Abram y a su simiente para siempre. Esta es la promesa de Dios, no del hombre.
"En aquel día hizo Yahvéh un pacto con Abram, diciendo: A tu descendencia daré esta tierra" (Génesis 15:18).
Comentario: Este y los siguientes versículos se refieren a una tierra literal y geográficamente definida, que entonces estaba en posesión de los cananeos y otros.
"Y estableceré mi pacto entre mí y ti, y tu descendencia después de ti en sus generaciones, por pacto perpetuo [...]. Y te daré a ti, y a tu descendencia después de ti, la tierra en que moras, toda la tierra de Canaán en heredad perpetua; y seré el Dios de ellos" (Génesis 17:6-8).
Comentario: Esto declara expresamente lo que se estaba pactando--una tierra que sería poseída para siempre, tanto por Abraham (cuyo nombre ya había sido cambiado--véase el capítulo 17, versículo 5) como quienquiera que haya sido referido como la "simiente".
"Te bendeciré, y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla del mar; y tu descendencia poseerá las puertas de sus enemigos. En tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra" (Génesis 22:17-18).
Comentario: De nuevo aparece la promesa de bendición para todo el mundo. La "simiente" de Abraham ha de tener poder final sobre todos sus enemigos.
Ahora bien, ¿cómo hemos de entender estas promesas? Obviamente, no se cumplieron durante la vida de Abraham. Él no poseyó Canaán, y toda su vida fue un forastero en el territorio. ¿Cómo puede, entonces, poseerla perpetuamente? Sólo por medio de su resurrección de los muertos.
¿Quién era la "simiente"? Isaac era su hijo--a quien, dicho sea de paso, se le hicieron promesas similares--véase Génesis 26:3-4. Isaac no poseyó Canaán, de modo que él también debe resucitar de los muertos si las promesas se han de cumplir. Jacob era el hijo de Isaac, y hallamos que las primeras promesas le fueron confirmadas a él. Véase Génesis 28:13-14.
De modo que esa tierra se prometió a Abraham, a Isaac, y a Jacob--y a la "simiente" de ellos. Recalcamos que si la promesa tiene algún significado, estos tres hombres DEBEN resucitar de los muertos para recibir la bendición prometida.
Pero aún tenemos que ver quién era, o es, la "simiente" de la promesa. Probablemente se dirá que la simiente, o descendientes, de Abraham era Israel--los judíos. En verdad, lo eran--y son. Porque todos los judíos han descendido de los tres "padres": Abraham, Isaac, y Jacob.
Cuatrocientos años después de que se hicieron las promesas, hubo una nación judía--todos descendían de Abraham, y cuando salieron de la servidumbre de Egipto, Moisés los llevó por el desierto y después Josué los guió hacia Canaán.
¿Era esto a lo que se referían las promesas? En parte, sí; pero en una parte mínima. Porque (1) los padres de Israel no poseyeron la tierra--murieron sin poseerla--y todavía no la poseen; (2) con el tiempo los judíos fueron sacados de la tierra de Canaán por motivo de su conducta perversa, de manera que no la han poseído "para siempre"; (3) los judíos no han causado de manera alguna que "todas las familias de la tierra" sean benditas.
¿A quién, pues, se refiere la "simiente"? El apóstol Pablo contesta la pregunta:
"Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su simiente. No dice: Y a las simientes, como si hablase de muchos, sino como de uno: Y a tu simiente, la cual es CRISTO" (Gálatas 3:16).
Esta es la interpretación inspirada de la Biblia acerca de la promesa. Cuando, dos mil años antes, Dios habló a Abraham acerca de su "simiente", esta había detener su cumplimiento en la venida de JESUCRISTO, quien en verdad, "según la carne", descendía de Abraham, Isaac, y Jacob (véase Mateo, capítulo 1, y Lucas, capítulo 3).
Ahora bien la "simiente" ha de poseer las puertas de sus enemigos; ha de poseer la tierra de Canaán para siempre; ha de llevar bendición a todo el mundo. No debemos olvidar también que cuando esto ocurra, Abraham, Isaac, y Jacob (sin mencionar a los demás) han de estar en posesión de Canaán.
Jesucristo aún no ha cumplido las estipulaciones del convenio; pero lo hará por medio de su REGRESO A LA TIERRA. En aquel tiempo los padres de la tierra resucitarán de entre los muertos. La nación de Israel será llevada de vuelta a la tierra de Israel (más detalles de este aspecto del propósito divino se darán más tarde).
Resumiendo: el cumplimiento de estas preciosas y grandísimas promesas aún está pendiente. Se refieren a personas y lugares literales, y no debemos perder de vista su verdadero significado al intentar interpretarlas como promesas 'espirituales', o más bien místicas. Sólo dos pasajes del Nuevo Testamento para recalcar la naturaleza sustancial de las promesas:
"Pues os digo que Cristo Jesús vino a ser siervo de la circuncisión [es decir, un judío] para mostrar la verdad de Dios, para confirmar las promesas hechas a los padres" (Romanos 15:8).
"Y todos estos [Abraham y otros], aunque alcanzaron buen testimonio mediante la fe, no recibieron lo prometido; proveyendo Dios alguna cosa mejor para nosotros, para que no fuesen ellos perfeccionados aparte de nosotros" (Hebreos 11:39-40).
Esto significa que la bendición de vida eterna "para nosotros" (es decir, los que creen en el evangelio) se imparte al mismo tiempo que Abraham recibe la promesa. Él, y otros como él, deben resucitar de entre los muertos, y la bendición de vida eterna a la tierra será concedida cuando Cristo, por medio de su justo gobierno del mundo, traerá bendiciones a todas las naciones de la tierra.
lección 4 promesas volver al evangelio
