PALABRAS DE DÍAS MÁS SANOS EXTRACTOS DE LA REVISTA 'THE CHRISTADELPHIAN' 1. Julio de 1945. El peligro presente surge de la idea que en las divisiones existentes 'el problema fundamental es que se había perdido de vista la soberanía de las ecclesias. Cada ecclesia tenía el derecho de examinar individualmente a cualquiera que deseara unirse a su hermandad, pero ese era el límite de los derechos de cada ecclesia'. Y se informa que así dijo un hermano en una Reunión Fraternal; su tesis está ilustrada por el hecho de que él no estaba en compañerismo con el presidente de la reunión. Pero la tesis es errónea: las ecclesias no son soberanas, sino siervas del Señor. Son lámparas cuya guía para su conducta se halla en las Escrituras; y el Hijo del Hombre pide cuentas por la mayordomía de ellos. Los límites de “los derechos de cada ecclesia” no están restringidos como se expresó. Cualquier grupo de hombres y mujeres puede formular reglas para gobernar a los miembros de su asociación, pero las ecclesias tienen el deber de formular reglas para regular su procedimiento en armonía con los principios de la vida eterna establecidos por los apóstoles. Y las ecclesias están relacionadas unas con otras como miembros del cuerpo de Cristo. Aunque el Señor reprendió a cada una de las siete ecclesias por sus faltas, él añadió a cada una de las cartas a las ecclesias que el que tenga oídos para escuchar, que escuche lo que él dijo, porque lo que dijo estaba destinado para que todos escuchen. La reprimenda a una fue una advertencia a todas de que eviten el mal que fue reprendido. Si se conoce que una ecclesia persiste en enseñar doctrina errónea, o en mantener en compañerismo a aquellos que lo hacen, otras ecclesias sólo pueden evitar verse involucradas negando tener asociación con ella. En casos de dudas, donde hay un tema de juicio de hecho, se deben respetar las decisiones de la ecclesia, tal como se indica en la Guía y en la Constitución. Pero cuando hay errores graves de doctrina o práctica, una ecclesia tiene el deber de la lealtad con la Verdad, y está reconocido entre nosotros que por la Verdad se da a entender la definición de doctrina en la Declaración de Fe. Si una ecclesia falla en dicha lealtad, otras ecclesias no pueden cooperar sin caer en complicidad. La armonía en temas esenciales ha dejado de existir, y detrás de una fachada de unión lo que realmente hay es desunión. La división es un pecado cuando se trata de lealtad con la Verdad; cuando hay desacuerdo en temas fundamentales es un mal que se ha de soportar con paciencia. Entonces, a partir de ahí, sigue una reimpresión que aparece en este sitio – haga enlace con ‘herejía’. 2. Diciembre de 1950. La base del compañerismo eclesial es la doctrina de los apóstoles. Los apóstoles fueron los primeros predicadores después de la ascensión, y guiados por el espíritu establecieron con autoridad la palabra de vida. Cuando la enseñanza de ellos era creída de todo corazón, la obediencia se traducía en el bautismo, y los creyentes formaban la ecclesia. El resumen de Lucas es muy instructivo: “Y perseveraban”, él escribe acerca de los conversos de Pentecostés, “en la doctrina de los apóstoles, y en la hermandad, y en el partimiento del pan y en las oraciones” (Hechos 2:42). El fundamento era la doctrina predicada por los apóstoles; sobre ella se basaba un compañerismo en el cual entrababan por medio del bautismo; pero el compañerismo era vital y colectivo, porque los miembros del compañerismo compartían su esperanza y gozo y expresaban su unión en la única fe que salva por medio de participar juntos en el partimiento del pan y en las oraciones. Adoraban juntos, y el único acto ritual ordenado por el Señor además del bautismo era el acto comunal de partir el pan juntos. Su oración unida era un acto de adoración; el partimiento del pan un acto de obediencia y un símbolo de su compañerismo con Cristo y unos a otros. “El pan que partimos, ¿no es la comunión [compañerismo] del cuerpo de Cristo? Porque nosotros siendo muchos, el pan es uno solo, y somos un solo cuerpo, pues todos participamos de aquel mismo pan” (1 Cor. 10:16, 17). Semejante participación era inclusiva y exclusiva; inclusiva de aquellos que, siendo de una sola mente, procuraban compartir su mutua fe, pero exclusiva en que aquellos de otras “comuniones” no podían compartir con ellos; en las palabras de Pablo, él saca esta lección: “No podéis beber la copa del Señor y la copa de los demonios; no podéis ser partícipe de la mesa del Señor y de la mesa de los demonios. ¿O provocaremos a celos al Señor? ¿Somos más fuertes que él?” (1 Cor. 10:21, 22). Esta exaltada asociación era el resultado de venir a la luz. “Dios es luz, y en él no hay oscuridad”. El compañerismo con Dios depende de andar en la luz; y todos los que andan en luz tienen compañerismo unos a otros. La luz de Dios es aquella mediada por medio del ministerio del apóstol en el mensaje de vida. “Andar en oscuridad” es, según la frase de Juan, no ejecutar la verdad, porque la “verdad” no consiste sólo en cosas en las que se cree, sino también en cosas que se hacen en armonía con esa creencia. Ambas: convicción y conducta, están relacionadas como dos aspectos de una misma cosa. Cuando los gentiles andan en la vanidad de su mente, tendiendo su entendimiento oscurecido, se hallan alejados de la vida de Dios a causa de la ignorancia que hay en ellos (Efe. 4:17, 18). Por medio de las labores de los apóstoles, en su mente oscurecida brilló la “la luz del conocimiento de Dios en la faz de Jesucristo” (2 Cor. 4:6). La “verdad en Jesús”, como la verdad de Dios –porque es verdad divina que se halla en Jesús—actúa en la mente y en la acción. De modo que los hombres creen en la verdad y ejecutan la verdad; y si los hombres no creen en la verdad, los hombres no ejecutan la verdad. Los dos aspectos son necesarios para complacer a Dios, y el fracaso radical en cualquiera de los dos aspectos rompe el hermandad. Ya hemos indicado que cuando había una grave falta a la norma moral o negación de la verdad esencial, la ecclesia tenía que tomar la drástica medida de la separación. Desde que la verdad fue revivida, ha habido un reconocimiento general de las normas bíblicas referente a la disociación, y los discípulos se separaban… Sin embargo, ha habido ocasiones en que se han sostenido otros puntos de vista. En 1867, algunos en Edimburgo estuvieron dispuestos a tolerar la doctrina de la inmortalidad del alma. El hermano Thomas no habría tolerado nada de esto, y después de algunas dudas iniciales el hermano Roberts reconoció el deber de la separación. Tuvo detractores, y él da sus razones en su Autobiografía. Éstas se presentan de manera clara y completa, las cuales se reproducen aquí. Entonces se muestra una reimpresión que se halla en este sitio – haga enlace con ‘contendiendo’. En la controversia sobre la inspiración (1885), el verdadero problema fue si la doctrina de la inspiración errada debería ser tolerada. Por la discusión presentada en la revista ‘The Christadelphian’ de aquel tiempo queda claro que aquellos que introdujeron la doctrina de la inspiración parcial eran partidarios de semejante idea, mientras que otros (probablemente la mayoría) que no la apoyaron, sin embargo estaban dispuestos a tolerarla. Por lo tanto, la diferencia básica que causó la división respecto al hermandad fue: ¿deberían permanecer en hermandad aquellos que enseñaban el error en un tema tan vitalmente importante? En conexión con esto, el hermano Roberts escribió: Entonces ahí se muestra una reimpresión parcial sobre ‘hermandad’ – enlace a continuación. Si los hombres rehúsan separarse cuando eso es un deber claro, ellos mismos se convierten en ofensores. En ocasiones, esto ha sido disputado. … Una vez más semejante idea está siendo defendida. Se afirma que “evitar” y “separarse” deberían ser acciones individuales… El hermandad se hace un asunto enteramente individual en vez de depender de la acción colectiva de la ecclesia… Se busca apoyo para la teoría de que la acción eclesial no tiene respaldo bíblico basándose en alusiones en las cartas a las Siete Ecclesias. Se dice que en estas iglesias existían falsas enseñanzas, pero que el Señor no requería que los fieles se separaran de los infieles. Éste parece un extraño argumento. No podemos suponer que el Señor, en sus propias cartas, requeriría un curso de acción diferente al espíritu que había requerido por medio de las cartas de Pablo. Pero, ¿por qué el Señor hace censuras? ¿No fue porque toleraban la doctrina de Balaam y la doctrina de los nicolaítas? Si las ecclesias hubieran aplicado las instrucciones de las cartas de Pablo, no habrían sido culpables. Además, debemos notar que el Señor se dirige al “ángel” de la ecclesia a favor de la ecclesia. El llamado y la reprimenda es a la comunidad en cada lugar; y aunque a cada ecclesia se le habla con severidad, a cada una se le añade la advertencia de que “el que tiene oído, oiga lo que el espíritu dice a las ecclesias”. Aunque las faltas de Efeso son dirigidas a esa ecclesia en particular, la advertencia es para todas las demás. (para mayor información, haga enlace en ‘siete ecclesias’) Nota explicativa – lo anterior no aparecería hoy en la revista ‘The Christadelphian’. Desde aquella época, ha ocurrido un gran deterioro en el cuerpo principal de los cristadelfianos. Estamos muy apenados de que haya ocurrido esto, y ahora es necesario que aquellos que deseen mantener la Verdad en su pureza tengan una identidad separada – haga enlace en ‘llamada’. |