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'Contendiendo por la Fe'

'Mis Días y Mis Caminos', por Robert Roberts

 

Se me dijo que yo no debería juzgar, ya que Cristo lo ha prohibido. Mi respuesta fue que aunque no hemos de juzgar en el sentido prohibido por Cristo (es decir, decidir por adelantado quienes son y quienes no son dignos de la vida eterna), hay un sentido en el que hemos de juzgar, ya que Cristo expresamente lo ordenó, al decir: "¿Y por qué no juzgáis por vosotros mismo lo que es justo?", y "Guardaos de los falsos profetas [...]; por sus frutos los conoceréis". Sostuve que fuimos llamados a decidir por nosotros mismos en qué caso debíamos ofrecer hermandad y en cual se debería denegar.

Yo pregunté:

Si este no es un principio justo, ¿de dónde surge la verdadera diferencia entre la ecclesia y el mundo? Salimos del mundo, nos separamos de la Apostasía, retiramos nuestra hermandad de ambos, y todos sin excepción rehusaríamos reanudar esa hermandad admitiendo personas que pertenezcan a cualquiera de esas dos clases en la ecclesia, y sin lugar a dudas rehusaríamos tolerar a un hermano desobediente.

 

Pablo dice a los corintios (1 epístola, 5. 11): "Más bien os escribí que no os juntéis con ninguno que, llamándose hermano, fuere fornicario, o avaro, o idólatra, o maldiciente, o borracho, o ladrón; con el tal ni aun comáis". Además dijo a los tesalonicenses (2 epístola 3:14): "Si alguno no obedece  a lo que decimos por medio de esta carta [...], no os juntéis con él, para que se avergüence". Además, en el versículo 6 del mismo capítulo: "Que os apartéis de todo hermano que ande desordenadamente, y no según la enseñanza que recibisteis de nosotros". Y también (1 Timoteo 6:3): "Si alguno enseña otra cosa, y no se conforma a las sanas palabras de nuestro Señor Jesucristo, y a la doctrina que es conforme a la piedad, está envanecido, nada sabe [...]; apártate de los tales". Estos son claros mandatos apostólicos que no se pueden llevar a cabo sin formarse un juicio sobre las materias de las que se habla. Porque, ¿cómo sabremos cuando apartarnos de otro, a menos que hayamos concluido que existe una serie de cosas que lo justifican? ¿Y cómo podemos llegar a esta conclusión sin observar y considerar las materias que se relacionan con ella? La acción mental es la base misma del retiro que se nos ordena…………..

 

Juan ha dicho (2 epístola 10, 11): "Si alguno viene a vosotros, y no trae esta doctrina [es decir, la verdad respecto a la manifestación de Cristo en la carne), no lo recibáis en casa, ni le digáis: ¡Bienvenido! Porque el que le dice: ¡Bienvenido! participa en sus malas obras". Pablo indica el mismo deber en varios pasajes. Él habla de ciertos "falsos hermanos introducidos". Él dice: "A los cuales ni por un momento accedimos a someternos". Creyentes judaizantes enseñaban la necesidad de circuncidarse y observar la ley . Él les dijo: "Un poco de levadura leuda toda la masa [...]. ¡Ojalá se mutilasen los que os perturban!" (Gálatas 5:9, 12).

 

No hay nada más notorio en las cartas de Pablo a Timoteo, que su fervor por los que están en la ecclesia, y su oposición a aquellos cuya influencia era perjudicial para la verdad. Él dice: "Retén la forma de las sanas palabras que de mí oíste, en la fe y amor que es en Cristo Jesús [...]. Lo que has oído de mí ante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros [...]. Procura con diligencia mostrarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad. Mas evita profanas y vanas palabrerías, porque conducirán más y más a la impiedad. Y su palabra carcomerá como gangrena [...]. Los malos hombres y los engañadores irán de mal en peor, engañando y siendo engañados. Pero persiste tú en lo que has aprendido [...]. Que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina. Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas" (2 Timoteo 1:13; 2:2, 15-17; 3:13, 14; 4:2-4).

 

La misma ansiedad por preservar la verdad en su pureza protegiéndola de la influencia corruptora de sus negligentes profesores, se manifiesta en sus cartas a Tito. Definiendo las calificaciones de un élder, él dice que debe ser un hombre "retenedor de la palabra fiel tal como ha sido enseñada, para que también pueda exhortar con sana enseñanza y convencer a los que contradicen. Porque hay aún muchos contumaces, habladores de vanidades y engañadores, mayormente los de la circuncisión, a los cuales es preciso tapar la boca [...]. Al hombre que cause divisiones, después de una y otra amonestación, deséchalo" (Tito 1:9, 11; 3:10). Para el mismo propósito son las palabras de Judas: "Me ha sido necesario escribiros exhortándoos que contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos. Porque algunos hombres han entrado encubiertamente", etc. (versículos 3, 4).

 

Los hermanos Aberdeen y los Dowieites mismos habían mostrado su aprehensión de estos preceptos apostólicos separándose de las sectas y denominaciones del mundo tradicional. Se decía que los Dowieites tenían gran parte de la verdad; esto no es suficiente. Nadie tiene autoridad para hacer una parte de la verdad menos importante que otra. La recepción de la verdad en un punto no condonará su rechazo en otro. ¿Podemos suponer que los judaizantes no tienen parte de la verdad? ¿Acaso rechazaron el reino de Dios los gnósticos que negaron que Cristo había venido en carne? ¿No tiene el judío incrédulo la verdad en gran parte? No obstante, Pablo aconsejó apartarse de todos ellos. Nada que no sea una fidelidad a toda la verdad se puede aceptar como una política segura. Las cosas pertenecientes al "evangelio del reino de Dios y el nombre de Jesucristo", en su amplitud bíblica, deben ser la medida y la norma de la hermandad. A aquellos que llegan a menos que esto, se les debe dejar de lado; en esto no se les está juzgando, ya que ellos mismos se han sujetado a la acción del concepto del deber de otro hombre, y se les deja en perfecta libertad de organizarse en lo que se les ocurra concebir que es una base bíblica. 

 

¿Por qué medio una comunidad, basada en la verdad, preservará la verdad en su pureza en su medio? Obviamente, por los medios indicados por Pablo y Juan, esto es, exigiendo a todos los que están en ella una implícita adherencia a las cosas, hechos, principios, puntos, dogmas o como quiera que se le llame, que conforman la verdad en su totalidad, y rehusando asociarse con aquellos que se oponen o rehúsen respaldar cualquiera de sus elementos. En oposición a esto, algunos recomiendan el empleo de razonamientos con aquellos que puedan estar en error. Como proceso preliminar, el sentido común y la humanidad dictarían este proceder; pero si una ecclesia no ha de ir más allá del razonamiento, ¿cómo podría continuar su existencia? Sin duda, se efectuaría un esfuerzo para recuperar a aquellos que están en error; pero, donde fracasan tales esfuerzos, la disociación por medio de la suspensión de derechos es natural e inevitable.

 

La ecclesia no es un lugar para controversias; es para adoración en acuerdo. Cuando es necesario tener que discutir con un hombre, su lugar natural es afuera, y si él rehúsa ir afuera, se debe aplicar una separación por medio del retiro de parte de los demás. La división es el concomitante inevitable de una inflexible adherencia a la verdad. La paz comprada al costo del compromiso es doblemente peligrosa.

 

La verdad es la regla fija y sólo a ella se debe permitir que rija. Toda duda se debe resolver en su favor. Este es el principio de acción a cuyo estudio conducirá finalmente.

 

La acción de separación no es un acto de juicio contra aquellos de quienes podamos separarnos. Es un acto de auto-reivindicación, un acto por el cual relevamos un deber y lavamos nuestras manos de las consecuencias. La verdad ha emergido gradualmente de entre las fábulas en las cuales se hallaba perdida durante siglos, y sólo una política inexorable de parte de aquellos que la reciben la preservará de que se repita el desastre que la sacó de entre los hombres poco después de los días de los apóstoles.

 

Este artículo fue re-impreso y con pleno respaldo en la revista 'The Christadelphian', Julio 1945. Haga clic en 'Palabras de Días Más Sanos' para más detalles.

 

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